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lunes, 20 de enero de 2014

ALGUIEN PUSO ALGO EN MI COPA

-Mi hermana está enferma, voy a pasar el fin de semana con ella.
González, en un esfuerzo titánico, ordenaba a sus músculos faciales no esbozar la gran sonrisa que alojaba su alma...no podía permitir que su esposa notara el más mínimo signo de aprobación a tan fenomenal noticia...ni siquiera aprovechó para atizar a su imbécil cuñado, calló, no sugirió que el cuidara a su esposa...mucho mejor que sea Inés...
La libertad asoma por el horizonte y cualquier pequeño error dará al traste ante tan magno acontecimiento, González necesitaba un ratito de libertad. Los niños de colonias, Inés con su hermana...y González... LIBRE!!!!
No recordaba su último fin de semana de libertad, si acaso la cena de empresa de hacía cuatro años. El pequeño exceso le costó dormir en el sofá todas las vacaciones navideñas, así que no repitió experiencia por el bien de sus maltrechas vertebras lumbares.
No llegaba la hora en que Inés se marchase, finalmente, el bolso completó su eterno llenado, era ya solo cuestión de minutos...la impaciencia alargaba los segundos a extremos jamás sentidos por González, siendo un cincuentón, poseía la ansiedad de un adolescente ante sus primeras escaramuzas nocturnas...
Por fin, tras escueta y severa despedida, Inés partió a casa de su hermana. La puerta cerrada, ocultó el brinco estratosférico de González, mordiéndose la lengua evitó lanzar un sonoro alarido de libertad...
González dio el margen de tiempo necesario, se aseo, eligió cuidadosamente su indumentaria, ni excesivamente juvenil, ni excesivamente clásica, ni excesivamente deportiva...finalmente la indumentaria acabó siendo del mismo gris que su vida...pero ¿qué mas da? González era feliz y esa noche nadie podría con él.
Los bares que frecuentaba ya no existían, ¿dónde ir?, esa falta de planificación no era propia de Gonzalez, se encontraba descolocado, por un momento el abatimiento se cebó en el. Pero no podía ser, esa era su noche, González se rehízo como nunca antes hubiera hecho, saco sus viejas, desgastadas y recortadas garras, y se lanzó a por la noche.
Siguiendo su atrofiado instinto, que segundo a segundo parecía resucitar cual Lázaro, olisqueo el efluvio nocturno y se dejó guiar hasta un bar. Entró.
La satisfacción invadió a González, aún era capaz de reconocer un buen bar, lleno de guapas mujeres y buena música. Rápidamente González se lanzó a la barra, su hábitat crapulesco.
Un Habana Cola le seducía poco a poco, deleitándose a cada sorbo, sorbos de libertad, sorbos de felicidad...ante el bellas mujeres a las que mirar, a las que admirar...y sin el peligro de Inés, poseedora de un poder demoníaco con el que localizaba donde se posaba cualquier mirada de González.
Otro Habana Cola esperaba ya en la barra, nada mas apurar el último trago del anterior...y González seguía mirando y admirando...y otro Habana Cola...y otro Habana Cola...mas miradas, mas admiración...
La hora de cierre se acercaba, pero González no quería acabar SU noche...inquirió a la camarera por otro bar que extendiese su horario mas allá del de este. La camarera le invitó a unirse a ella, pues tal como terminaba de trabajar había quedado con unas amigas en una discoteca que abría hasta el amanecer...
González no daba crédito a lo escuchado, él, González iba a ir a una discoteca con una joven que no alcanzaba la treintena ni en sueños...González no cabía de gozo...
Llegaron a la discoteca, allí estaban las amigas de la camarera, cada una a cual mas hermosa, González levitaba, una ronda para todos, otra...
.......
Suena el móvil, un sms...ya es de día, González esta tendido en el sofá de casa, el pantalón de su viejo pijama es su única prenda...la boca es una amalgama de esparto, sed, solo tiene sed...cada pálpito retumba en su cabeza como un martillo neumático... arrastrándose alcanza llegar al baño, le espera una ingente cantidad de aspirinas, se aferra a ellas y las engulle...continua unos minutos sin moverse, buscando el efecto del acetilsalicílico...poco a poco algo hace...
Vuelve al sofá, alcanza el móvil, lee el sms: -Cuando quieras repetimos, cielo.
El número es desconocido para González, que es incapaz de recordar nada mas allá de su llegada a la discoteca...
La puerta de casa se abre, es Inés, González no tiene fuerzas para luchar,ninguna excusa será creíble, un atisbo de lucidez le anima a callar, se abandona...será otro mes de sofá, otro mes de lumbares destrozadas...y todo porque alguien...alguien puso algo en mi copa...

 Los eternos Ramones siempre sabían de lo que hablaban...va por ellos...

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